Desde hace un tiempo a esta parte, mi Arriero de vez en cuando en nuestros paseos por los alrededores de Otura echa a correr delante mía con la cuerda en la mano y me jalea, «¡corre Sierrita, corre!» «al galope, al galope»… Al principio no entendía muy bien su actitud ni lo que quería, pero tras varios intentos en los que yo estaba reacia a correr por desconocimiento, gustamos los dos de esas carrerillas cortas casi siempre en cuesta arriba.
Hace ya tres o cuatro días que tras una de esas carreras yo terminé al final de la cuesta loca de contenta y me dediqué a seguir corriendo alrededor de mi Arriero. Jesús no daba crédito a lo que estaba ocurriendo, y yo que casi tampoco, corría como si fuera un caballo en un «picaero» a galope tendido, brincando de cuando en cuado y soltando coces intermitentes en mi galope circular…y rebuznaba, rebuznaba con fuerza y alegría…llegó un momento en que mi Arriero tuvo que tranquilizarme porque estaba a punto de desbocarme, ya se sabe que la juventud no tenemos medida, y tras algún tirón de cuerda y tensión de jáquima, logramos entre los dos echar el freno a mi frenesí asnil.