La albarda de un mulo y la botella de vino

El día 31 de diciembre, el último día de vuestro año 2011, nosotros los burros no estructuramos el tiempo así. El sol y la luna marcan nuestra vida…

Pues ese final de año era el tercer día para mí que mi Arriero me aparejaba la albarda de la foto. La albarda en cuestión era de un mulo que pasó a mejor vida hace años y que se econtraba arrumbada en mi establo, al igual que la cincha que ya llevo más días usando. Esta albarda me está grande, de eso no cabe duda, pero Jesús dice que para ir aconstumbrandome a llevar carga nos va a hacer el apaño por ahora. Los dos primeros días, el ataharre, que es la cinta que sale por la parte de atrás de la albarda y que se coloca debajo de la cola para que la albarda quede más sujeta, la llevaba colgandillo.

Este día, en mi establo estaba José Manuel sacando estiércol de sus caballos. José Manuel es el dueño del establo, tiene 8 caballos y me ha dejado una cuadra para mí solita. Otro día contaré cómo es mi establo y mi cuadra. Pues Jose Manuel, que entiende más que mi Arriero, que es novato, se dió cuenta del detalle y me ajustó el ataharre no sin esfuerzo. Además, a mi todavía no me gusta que me manipulen demasiado y tampoco colaboré mucho en el asunto. Rebrinqué, se me escapó alguna coz…

Con la albarda más ajustada que los días anteriores, Jesús y yo, y Moro, el perro de mi Arriero (también tengo que contar mi relación con Moro y otros perros…¿amor-odio?), y Pupi, un perrillo al que Jesús le ha puesto ese nombre y que llegó solo y abandonado al establo y que ya es otro habitante más de la misma, emprendimos marcha en busca de la hierba fresca, de los almendros, los olivos y el campo  y los olores y el sol y el viento y el cielo azul.

A la media hora de salir nos econtramos con dos buenos hombres, Juan de Dios y Paco, que estaban entresacando olivos y cargándolos en un tractor de cadenas. Mi Arriero departió con ellos un buen rato, yo recibí alguna caricia extra. Cuando nos marchábamos, Juan de Dios le dijo a Jesús que si se pasaba por el cortijo le regalaba una botella de vino de su cosecha, él aceptó encantado y quedamos más tarde. Mientras ellos terminaban su labor y nosotros nuestro paseo.

Llegamos a la par al cortijo, Paco estaba metiendo el tractor de cadenas en la nave. Jesús me amarró a un almendro. Y a Moro también lo ató tres almendros más allá porque había gallinas sueltas…Juan de Dios invitó a mi Arriero a bajar a la bodega y a beber vino mientras llenaban la botella prometida. Allí pasaron un buen rato charlando y degustando el vino del lugar que cultivaban en una viña cercana. Al poco Paco también se unió. Fuera quedamos Moro y yo, amarrados a sendos almendros, y Pupi, que por su diminuto tamaño y su carácter danzaba de aquí para allá libre como el viento…

Como soy nueva en casi todas las lides, empecé a impacientarme con la albarda puesta y no se me ocurrió otra cosa que rozarla contra el almendro. Al principio no me fiaba, pero al ver que no me ocurría nada me animé y lo hice con brio…hasta que conseguí lo que quería. La albarda estaba en el suelo, la manta y la cincha también…Ups! el ataharre se había roto y la cincha también….Moro ladraba…

Jesús se despidió de sus nuevos amigos y soltó a Moro, cuando mi Arriero se acercó hasta mí descubrió el desaguisado, intentó aparejarme la albarda, pero Paco le aconsejó que mejor la dejara en el cortijo y pasara al día siguiente a por ella porque en esas condiciones iba a estar en el suelo cada tres pasos. Mi arriero aceptó y dejó la albarda y demás aparejos a buen recaudo. Mientras tanto Moro había localizado a una gallina que no estaba en el corral, el revuelo fue considerable. Moro detrás de la gallina, Paco y Juan de Dios advirtieron a Jesús, que me dejó con Paco, soltó la botella de vino en un poyete del cortijo y salió disparado, el sombrero de paja voló de su cabeza en la carrera tras Moro y la gallina…al final logró llegar antes del mordisco fatal y la gallina salió desplumada pero andando…

Y así volvimos hasta mi establo en Otura. Yo sin albarda ni manta ni cincha, Moro con unas cuantas plumas de gallina en la boca, Pupi brincandillo de aquí para allá,  y Jesús, mi Arriero, con una botella de vino en el morral, feliz y algo achispado…

4 comentarios sobre “La albarda de un mulo y la botella de vino”

  1. Sierrita, aún eres chiquitilla y se te pueden perdonar tus pequeñas trastadas, pero antes o después tendrás que aprender a portarte un poco -¡sólo un poco…!- mejor, y tener claro que con los hombres hay que tener mucha, pero mucha paciencia….¿por qué a veces se empeñan en que las cosas se hagan a su ritmo y no al de los demás…?

    Pero tú no te preocupes.

    Mira lo rápidamente que estás aprendiendo; todo a tu alrededor te ayuda: tu Arriero y su familia, pero también sus otros animales, sus amigos humanos, hasta todos esos arreos tan viejos y poco adecuados a tu tamaño, y con esos nombres tan raros…

    Tú, como mujer, eres por naturaleza inteligente, fuerte y animosa, así que solamente es cuestión de tiempo. No te desesperes si ves que tu Arriero a veces no comprende que aún no estás preparada, o que no tienes ganas, o que prefieres pastar, o que simplemente, hoy quieres mirar al horizonte con las orejas bien derechas para no perderte nada….porque sí.

    Ten un poquito de paciencia tú también, como todos la están teniendo contigo, y verás que pronto os acabareis entendiendo.
    El lenguaje del respeto mutuo, la delicadeza y la mano firme, el cariño y la comprensión, es universal : ¡todos venimos al mundo con esa predisposición a entendernos!

    Ah, se me olvidaba…dile a Jesús que sí, que leí «El Perfume» en su día, hace ya años, y que apenas lo recuerdo; creo que lo buscaré para recordarlo.

  2. Jolines Sierrita, qué bien escribes y describes, me has tenido intrigada hasta el final de la jornada, con tu amo algo achispado, jajaja.

    Nuestra amiga Polvorilla tiene razón, has de tener mucha paciencia con ellos y poco a poco os iréis conociendo, no digo respetando porque eso ya lo hacéis.

    Por cierto, dale muchos recuerdos a Moro, él también pasó por lo mismo que tú, hasta que llegó a acostumbrarse a su nueva casa y familia. Buen chico el tal Moro.

    Como tú dices: Besos búrricos

  3. Polovorilla, fuiste burra en otra vida?

    Tú sí que me entiendes 🙂

    Besos búrricos

  4. Cuentamontes, me está empezando a gustar esto de darle a las teclas…gracias.

    Le daré recuerdos a Moro, el otro día lo que se llevó fue uan coz..si es que me ladraba demasiado…

    Besos búrricos

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